La Profesión como Servicio



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Responsabilidad Social y Las Ciencias Sociales

Al final del siglo diecinueve un grupo de pensadores sociales desarrollaron el tema de la responsabilidad social, ahora en el contexto de los Estados Unidos después de la industrialización.  Washington Gladden, un influyente pastor congregacional y reformador social recalca el valor de las vocaciones al liderazgo político:   "Cada uno de nosotros sabe que hay individuos en posiciones políticas para los cuales el bien común es la principal preocupación, y que trabajan fielmente para asegurarlo con todos sus fuerzas.[1] El economista y educador Richard Ely estaba muy consciente de la importancia del conocimiento  socioeconómico detallado para el servicio público: "No podemos amar a nuestros semejantes efectivamente a menos que les dediquemos nuestra mente. Tenemos que dedicarnos larga y cuidadosamente al estudio  de la felicidad humana, las ciencias sociales." [2] Ely fue un miembro fundador de la Asociación Económica Americana, y un importante contribuyente al establecimiento del estudio de la economía aplicada en los Estados Unidos.



Washington Gladden
Photo source: © pbs.org

El Siglo Veinte

El siglo veinte trajo  un a tremenda explosión de conocimientos, especialmente las ciencias y la tecnología. Aparecieron un numero de nuevas disciplinas, algunas requiriendo un entrenamiento intensivo, y creando una gran carga para las universidades. En relación con esto, hubo una tendencia a eliminar o disminuir muchos de las asignaturas requeridas, y de reemplazarlas con gran variedad de cursos electivos: "en el proceso de eliminar cursos requeridos y asociar cursos electivos con intereses vocacionales, la idea de que un núcleo de conocimientos distinguieran a la persona educada empezó a desaparecer."[3] Con esto cayó la noción de un común patrimonio del saber, que había contribuido a definir la esencia de la civilización occidental. El requerir cursos de filosofía moral o ética se convirtió en un excepción. El resultado de todo esto ha sido que después de completar su entrenamiento profesional, individuos sabían mas detalles técnicos, pero menos sobre los valores y propósitos de su profesión.


Educación y Servicio

Como hemos visto en las páginas previas, los valores e ideales sociales han sido una parte integral de la civilización occidental, y se enseñaban como parte de los programas de la mayoría de las universidades. John Bascom enseño varias asignaturas en Williams College y en la Universidad de Wisconsin. El ha escrito extensivamente sobre el tema educacional, y apoyó fuertemente el estudio de la ética social en universidades públicas. En sus enseñanzas, el enfatizó el transmitir un sentido social a los estudiantes: "La Universidad debe de devolver a sus graduados a las comunidades de donde vinieron, hombres liberales e idealistas, con una clara percepción de el bien público y un fuerte propósito de buscarlo."[4]


Washington Gladden fue alumno de Bascom en Williams College, y en uno de sus muchos discursos de graduación, el expresa la esencia de la llamada al servicio en las profesiones:


El ser humano se logra cuando se olvida de si mismo en devoción a un bien fuera y mas allá de si mismo.  Esperemos por tanto que cada uno de los jóvenes frente a mi haya encontrado algún llamado que lo conecte al bién público, y que perseguirá este llamado, no buscando la grandeza personal, pero como un trabajo que vale la pena hacer por su valor, porque tiende a aumentar la suma de la felicidad humana.[5]


Marquette University
Foto  © Margarita G. Romagosa

Las Vocaciones y el Profesionalismo

Cada uno de nosotros es llamado a una función en el mundo, a una vocación o profesión. Algunos son llamados a través de habilidades especiales o intereses personales, y otros encuentran sus vocaciones en situaciones circunstanciales, y desarrollan sus habilidades por la necesidad de resolver algún problema.[6] Todos estos son llamados a servir. Cuando la ejecución o el desarrollo de una habilidad se reconoce como un servicio, toma un cariz seriamente moral. Nuestro trabajo le presta un servicio a alguien en el mundo, aunque a veces no vemos ni sabemos a quien hemos beneficiado. Samuel Florman, un ingeniero que ha escrito varios libros sobre su profesión, reflexiona sobre esta dimensión: “Hay implicaciones religiosas en la tecnología- hay algo de catedral en todo lo que construimos.”[7]


Nuestro trabajo tiene un aspecto creativo. Las creaciones humanas, igual que las de Dios, tienen una realidad fuera del creador, y el objeto creado lleva la huella de su creador, siendo la proyección de la mente que la creó. El individuo creador pone parte de su ser en su trabajo; es el resultado de su habilidad. Las creaciones tienen un elemento de generosidad, ya que los objetos creados pueden ser usados por otros para su beneficio, aunque a veces el creador no ve ni conoce al beneficiado. El objecto o servicio fue causado por su esfuerzo, y este objeto o servicio no existiría si este esfuerzo no se hubiera hecho. Una vez creado, el objeto o servicio forma parte de la realidad, tiene una existencia propia.[8]


Un profesional puede hacer un trabajo mediocre o lo puede hacer al máximo de su habilidad. A la medida que su trabajo es perfecto, el profesional ha hecho la creación más completa, ha añadido lo más posible a la realidad humana. Esta perfección es una medida de su amor por otros y de su cuidado. A través de su labor perfeccionada, el profesional ha contribuido lo más posible de su ser a la vida de la comunidad humana. Citando otra vez a Florman: “La búsqueda de la excelencia es una empresa virtuosa que no hace falta racionalizar.”[9]


El Padre Pierre Teilhard de Chardin, S.J. (1881-1955), científico y pensador jesuita, ha escrito mucho sobre la relación entre las profesiones y los valores humanos. Escribiéndole a un amigo que está tratando de encontrarle valor moral a su trabajo profesional, el padre Teilhard le contesta: “Porque tu labor, que me parece muy legítima, va bien, se le distribuye un poco más de salud a la masa humana, y por consecuencia un poco más de libertad para actuar, para crecer, y para amar.” [10] 


La Tierra Pensante

El período desde el final del siglo veinte hasta el momento actual ha visto una importante nueva fase en la patrimonio del saber de la humanidad. Mucho del conocimiento que se ha conservado en los documentos de la civilización está siendo codificado en los distintos tipos de memorias de computadoras electrónicas, y está disponible casi instantáneamente a través del Internet mundial. Esto tiene un potencial mayor que el bureau de conocimiento de Hartlib, pero no necesariamente en su forma actual, ya que es bastante caótico y contiene material dañino además de material beneficioso.  Teilhard anticipó una nueva era de cooperación y saber compartido,  y lo llamó la Noosfera, "la tierra pensante":


En todos lo campos de la materia física, de la vida, y del pensamiento, los investigadores se numeran en los cientos de miles, y ya no trabajan aisladamente, sino en equipos reforzados por un poder de penetración que nada parece poder detener...  La Noosfera, en breves palabras, es una estupenda máquina pensante.[11]





Pierre Teilhard de Chardin SJ
Photo source: Wikimedia
(public domain)

Pero Teilhard tenía la esperanza que la humanidad actuara en unidad en lo que el llamaba el trabajo colectivo del universo: "Porque amamos, y para poder amar todavía mas, nos encontramos animados a participar contentos en todos los esfuerzos, todas las ansiedades, todas las aspiraciones y todos los afectos de la tierra. "[12]


Las traducciones del inglés son mías.

[1] Washington Gladden, Commencement Days (New York: The Macmillan Co., 1916), 11-12

[2] Richard Ely, Social Aspects of Christianity (New York: Thomas Y. Crowell & Co. ,1989), 16.

[3] Christopher J. Lucas, American Higher Education: A History (New York: Palgrave Macmillan, 2006), 176.

[4] John Bascom, Sermons and Addresses (New York: Putnam's Sons, 1913), 189-196.

[5] Washington Gladden, Commencement Days, 11-12.

[6] John Donohue, S.J., Work and Education,  (Chicago: Loyola University Press, 1959),  190.

[7] Samuel C. Florman, The Civilized Engineer (New York: St. Martin’s Press, 1987), 20.

[8] John W. Donohue, S.J., Work and Education, 150, 164.

[9] Samuel C. Florman, The Civilized Engineer, 70.

[10] Pierre Teilhard de Chardin, Letters From a Traveler (New York: Harper and Row, 1962),  164.

[11] Pierre Teilhard the Chardin, "The Formation of the Noosphere" in The Future of Man, 179-180.

[12] Pierre Teilhard de Chardin, "The New Spirit," in The Future of Man (New York: Harper and Row, 1964), 99.