La Profesión como Servicio | |||||||
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El Siglo Veinte El siglo veinte trajo un a tremenda explosión de conocimientos, especialmente las ciencias y la tecnología. Aparecieron un numero de nuevas disciplinas, algunas requiriendo un entrenamiento intensivo, y creando una gran carga para las universidades. En relación con esto, hubo una tendencia a eliminar o disminuir muchos de las asignaturas requeridas, y de reemplazarlas con gran variedad de cursos electivos: "en el proceso de eliminar cursos requeridos y asociar cursos electivos con intereses vocacionales, la idea de que un núcleo de conocimientos distinguieran a la persona educada empezó a desaparecer."[3] Con esto cayó la noción de un común patrimonio del saber, que había contribuido a definir la esencia de la civilización occidental. El requerir cursos de filosofía moral o ética se convirtió en un excepción. El resultado de todo esto ha sido que después de completar su entrenamiento profesional, individuos sabían mas detalles técnicos, pero menos sobre los valores y propósitos de su profesión.
Las Vocaciones y el Profesionalismo Cada uno de nosotros es llamado a una función en el mundo, a una vocación o profesión. Algunos son llamados a través de habilidades especiales o intereses personales, y otros encuentran sus vocaciones en situaciones circunstanciales, y desarrollan sus habilidades por la necesidad de resolver algún problema.[6] Todos estos son llamados a servir. Cuando la ejecución o el desarrollo de una habilidad se reconoce como un servicio, toma un cariz seriamente moral. Nuestro trabajo le presta un servicio a alguien en el mundo, aunque a veces no vemos ni sabemos a quien hemos beneficiado. Samuel Florman, un ingeniero que ha escrito varios libros sobre su profesión, reflexiona sobre esta dimensión: “Hay implicaciones religiosas en la tecnología- hay algo de catedral en todo lo que construimos.”[7] Nuestro trabajo tiene un aspecto creativo. Las creaciones humanas, igual que las de Dios, tienen una realidad fuera del creador, y el objeto creado lleva la huella de su creador, siendo la proyección de la mente que la creó. El individuo creador pone parte de su ser en su trabajo; es el resultado de su habilidad. Las creaciones tienen un elemento de generosidad, ya que los objetos creados pueden ser usados por otros para su beneficio, aunque a veces el creador no ve ni conoce al beneficiado. El objecto o servicio fue causado por su esfuerzo, y este objeto o servicio no existiría si este esfuerzo no se hubiera hecho. Una vez creado, el objeto o servicio forma parte de la realidad, tiene una existencia propia.[8] Un profesional puede hacer un trabajo mediocre o lo puede hacer al máximo de su habilidad. A la medida que su trabajo es perfecto, el profesional ha hecho la creación más completa, ha añadido lo más posible a la realidad humana. Esta perfección es una medida de su amor por otros y de su cuidado. A través de su labor perfeccionada, el profesional ha contribuido lo más posible de su ser a la vida de la comunidad humana. Citando otra vez a Florman: “La búsqueda de la excelencia es una empresa virtuosa que no hace falta racionalizar.”[9]
Pero Teilhard tenía la esperanza que la humanidad actuara en unidad en lo que el llamaba el trabajo colectivo del universo: "Porque amamos, y para poder amar todavía mas, nos encontramos animados a participar contentos en todos los esfuerzos, todas las ansiedades, todas las aspiraciones y todos los afectos de la tierra. "[12] Las traducciones del inglés son mías. [1] Washington Gladden, Commencement Days (New York: The Macmillan Co., 1916), 11-12 [2] Richard Ely, Social Aspects of Christianity (New York: Thomas Y. Crowell & Co. ,1989), 16. [3] Christopher J. Lucas, American Higher Education: A History (New York: Palgrave Macmillan, 2006), 176. [4] John Bascom, Sermons and Addresses (New York: Putnam's Sons, 1913), 189-196. [5] Washington Gladden, Commencement Days, 11-12. [6] John Donohue, S.J., Work and Education, (Chicago: Loyola University Press, 1959), 190. [7] Samuel C. Florman, The Civilized Engineer (New York: St. Martin’s Press, 1987), 20. [8] John W. Donohue, S.J., Work and Education, 150, 164. [9] Samuel C. Florman, The Civilized Engineer, 70. [10] Pierre Teilhard de Chardin, Letters From a Traveler (New York: Harper and Row, 1962), 164. [11] Pierre Teilhard the Chardin, "The Formation of the Noosphere" in The Future of Man, 179-180. [12] Pierre Teilhard de Chardin, "The New Spirit," in The Future of Man (New York: Harper and Row, 1964), 99. |