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Alcance Nuestro tema es el valor social del conocimiento y las profesiones. Consiste principalmente de reflexiones tomadas de pensadores claves del mundo occidental a través de los siglos, presentados en secuencia histórica. Esto no implica un menosprecio de otras culturas, pero reconocemos y celebramos la herencia específica de esta civilización.
El conocimiento almacenado de la comunidad se le transmite a las nuevas generaciones, las cuales pueden añadir nuevos conocimientos a esta acumulación. A veces se pierde algún conocimiento, pero por general el conocimiento humano ha sido aditivo, y hoy nos beneficiamos de descubrimientos hechos hace miles de años. Esta característica aditiva es especialmente efectiva en la ciencia y la tecnología. El valor práctico de los inventos técnicos aseguran su preservación hasta que se descubran técnicas mejores. Usando tecnologías acumuladas la humanidad ha podido controlar o aliviar muchas enfermedades y desastres naturales. Citando al filósofo escocés Adam Ferguson: Las luces de la ciencia se comunican desde donde se originaron hasta los mas remotos rincones del mundo habitable. Los logros de un singular genio son de beneficio común a la humanidad, y toda la especie... coopera a un fin común de información, invención, ciencia y arte.[2] El valor social del conocimiento y las profesiones no se limita a las soluciones a problemas prácticos. También valoramos y compartimos las artes y los estudios que sirven para enriquecer el espíritu humano. Citando al autor medieval John of Salisbury: Además de ser placenteras, las letras son especialmente fructíferas en aminorar las molestias que resultan de las diferencias de tiempo y lugar. Atraen a amistades a la presencia unos de otros y reducen la ignorancia de cosas que es importante saber. Las artes hubieran muerto, las leyes hubieran desaparecido, la fe y la religión hubieran sido quebrantadas, y hasta el uso correcto de la elocuencia hubiera declinado, si no fuera porque la compasión divina le otorgó a los mortales el uso de las letras como remedio a la debilidad humana. [3] Raíces Clásicas El mundo antiguo nos provee ricas tradiciones de profesionalismo. El primer profesional que conocemos por nombre fue Imhotep, ministro del faraón egipcio Djoser de alrededor del 2600 AEC. Imhotep diseñó el primer edificio de piedra labrada, una pirámide en Menfis. Es posible que también fuera médico y gozó de un gran prestigio en su país.
Cristianismo y Comunidad El pensamiento social greco-romano asume que los principios de la ética social son asequibles a todos a través del uso de la razón. Pero el aplicar estos principios es otra cosa. A pesar de los conceptos sublimes de sus filósofos, Grecia y Roma acabaron como tiranías militares. En el contexto real de la civilización occidental, la motivación cristiana fue la que reforzó estos principios de civilidad. El amor al prójimo es ms poderoso que los raciocinios. El término que se usaba para denotar la relación entre los miembros de una comunidad cristiana era koinonia (comunión, hermandad). En el uso de estas comunidades, el termino significaba el ocuparse de las necesidades de cada miembro de la comunidad. La Caída de Roma Al principio hubo conflictos entre la cultura romana y los valores cristianos, pero se pudo ir forjando una harmonía. Pero este proceso fue interrumpido por el caos resultante de las invasiones bárbaras que acabaron tomando el control del imperio occidental durante el siglo quinto EC. Algunos hilos de cultura sobrevivieron en exilios y refugios. Grupos de monjes en los monasterios del norte de Inglaterra e Irlanda se dedicaron a estudiar y copiar manuscritos clásicos.[5] Un número de documentos científicos y filosóficos también se preservaron en el mundo islámico. Los árabes y persas tradujeron muchos de estos documentos e hicieron algunas contribuciones originales, sobre todo en las matemáticas. Mas adelante, cuando centros culturales islámicos en España y el sur de Italia pasaron al control cristiano, se formó un ambiente propicio para traducciones y otros intercambios culturales. Las traducciones del inglés son mías. [1] John Donohue, S.J., Work and Education, (Chicago: Loyola University Press, 1959), 73. [2] Adam Ferguson, Principles of Moral and Political Science (Edinburgh: W. Creech, 1792),Vol. 1, , 36. [3] John of Salisbury, Policraticus (Cambridge: Cambridge University Press, 1990), 3. [4] Charles G. Nauert, Humanism and the Culture of Renaissance Europe, (Cambridge: Cambridge University Press, 1995), 12. [5] Pierre Riche, Education and Culture in the Barbarian West (Columbia: University of South Carolina Press, 1976), 373-374. |