Francisco de Arango y Parreño

Francisco de Arango y Parreño nació en la Habana en 1765, de una familia acomodada y con tradición de servicio público.  Su padre fue Alcalde de La Habana y su tío Alférez Real en el Ayuntamiento de La Habana.  El fue educado en el Seminario San Carlos, estudiando después leyes en la Unversidad Pontificia de La Habana y en España.  En 1788,  Arango fue nombrado Apoderado del Ayuntamiento de La Habana en Madrid con la función de velar por los intereses de la capital cubana ante el gobierno español, cargo que desenpeñaría hasta 1794. En su función de Apoderado, Arango formuló los siguientes objectivos principales para su labor, que se convirtieron en las causas de toda su carrera:

  1. Aumentar la producción agrícola mediante el aumento de obreros, logrado por la facilitación de la importación de esclavos del Africa.
  2. Supresión de las trabas que impedían el comercio con el extranjero.
  3. Abolir o disminuir los derechos que oprimían los productos cubanos y proporcionar mercados para estos.

En 1792, el gobienro español aceptó la oferta de Arango de presentar un plan para mejorar la producción agrícola de Cuba.  Esta propuesta, tutulada Discurso sobre la Agricultura de La Habana y Medios de Fomentarla, fue probablemente influenciada por el “Informe sobre la Ley Agraria” del pensador espanol Gaspar Melchor de Jovellanos. En este discurso, Arango elaboró los objectivs anteriores de aumentar el número de esclavos y de eliminar las trabas al comercio extranjero, y tambien enfatizó las desventajas técnicas en que se encontraba la producción de azúcar en Cuba.  Por ejemplo, los ingenios cubanos usaban trapiches de madera, mientras que otros usaban trapiches de hierro.  Para superar este problema, Arango propuso un viaje a paises o colonias más adelantadas para aprender de estas.


Auenque demorado por cambios de gobierno, el discurso tuvo fruto en el Real Decreto del 22 de noviembre de 1792, promulgado por el nuevo Primer Ministro Manuel Godoy.  Este decreto reconoció la labor de Arango y estableció las siguientes medidas:

  1. Simplificó las regulaciones sobre la importación de esclavos a Cuba.
  2. Permitió a los españoles llevar directamente los productos a los puertos extranjeros, obligando solo que las embarcaciones pasasen por España en su viaje de regreso a la America.
  3. Exentaba de derechos al azucar transitado o depositado en España, pero reexportado a paises extranjeros.
  4. Declaró exenta de todos los derechos  y diezmos por diez años las cosechas de algodón, café y añil.

El propuesto viaje de investigación fue aprobado en 1793, y comenzó en Marzo de 1794.  Arango,  acompañado por el Conde de Casa Montalvo, visitó a las islas de Barbados y Jamaica y tambien a Portugal e Inglaterra,  y volvió a Cuba “lleno de ideas de reformas y progreso.” Como resultado de este viaje, Arango trajo a Cuba la superior caña de azucar de Otahití y apoyó la utilización del vapor en los ingenieros azucareros.


Tras su regreso a Cuba en 1795, Arango estableció una fuerte amistad con el gobernador Luis de las Casas, con el cual colaboró en importantes desarrollos como la fundación de la Sociedad Patriótica y el Real Consulado de Agricultura y Comercio de la Habana. Arango fue nombrado Consejero Privado del gobernador en 1795. El Real Consulado de Agricultura y Comercio se inauguro en Abril de 1795 para fomentar el desarrollo económico. Arango fue nombrado Síndico perpetuo de esta institucion. En 1795, Arango tambien fue nombrado miembro de la Sociedad Patriótica.


Por gestion de Arango, la Real Orden del 23 de Febrero de 1796 autorizó el establecimiento de refinerias de azúcar en la isla, liberó de los derechos reales al ron y el alcohol extraídos de Cuba para las colonias españolas y para el extranjero, autorizando su embarque en buques neutrales. En 1812, Arango fue nobrado al prestigioso cargo de Consejero de Indias, y mantuvo siempre una gran influencia en la corte espanola, hasta su muerte en la Habana en 1837.


    Sin duda, Arango, por sus obras y sus escritos, fue uno de los granders forjadores de la identidad cubana, su memoria únicamente manchada por su ceguera moral con respecto a la esclavitud.  En sus primeros escritos, el reconce los males de la esclavitud, pero la considera la única solución a las nececidades laborales de Cuba.  En estos primeros tiempos de nuestro período, se puede excusar esta actitud, ya que era la opinión casi universal, pero cuando otros pensadores cubanos como Varela y Saco empezaron a crear conciencia, Arango fue tardío en reconocer la enormidad de esta injusticia.


Fuentes: